Piensas en el tiempo, sin relatividad ninguna, tan sólo en el tiempo que tienes para decir todo aquello que nunca has dicho. Y justo ahí, te quedas, sin saber qué decir y a quién decirlo. Piensas en palabras sueltas y en como irán unidas entre otras.
Sientes un leve cosquilleo producido por la presión del segundero, él marca ritmo, y tú obedeces a su orden.
Escribes la secuencia de cada frase.
Cada palabra te hace temblar.
Coges de nuevo aire.
...el reloj pronuncia que se va diluyendo
y tú
razonas
los motivos